jueves, 15 de diciembre de 2011

Cap V

Hace algún tiempo existió una princesa, tenía los ojos de oro, y el pelo largo, liso, rojo. Era preciosa. Hubiera echado del trono a cualquier Diosa, y si hablásemos de una Diosa tan hermosa como las olas y suave como la brisa, ella sería el doble de hermosa, Ticero, ¿el doble? ¡El triple! Si te miraba te quedabas embobado, pasarías horas buscándole defectos inexistentes, una excusa para mirarla, claro.
-¿Cuál era su nombre?-Preguntó Ticero
Francis se calló, ahogando sus palabras en la boca. Parecía que quería chillar. De repente su mirada se llenó de pena y quizás odio.
-No tiene importancia, pero bueno, si te hace ilusión, se llamaba Zaida. Un día la miré, quería saber quién era esa mujer de la que tanto hablaba el pueblo.
-¿Todo el pueblo hablaba de ella? ¿Tan bonita era?
-La hija del rey había vuelto, el rey la tapaba con un velo. Despertaba la curiosidad de la gente. Yo quise verla, tendría 15 años. Era un niño. Me gustaban las chicas. Ahora, con 25 años, me encantan, pero hay cosas más importantes. Era inmaduro. Quería verla, así que use mi… nuestra habilidad para verla. Curiosidad. Me colé en el reino. ¡Que sencillo fue! Además llevaba un año ensayando con Jack, el que fue mi maestro, lo que ahora te enseño a ti. Los guardias se giraban pero no veían nada. Y me colé en su cuarto. Ella se peinaba y cantaba y su voz me hipnotizó. Consiguió hacer que saliera de mi escondite. Salí y me senté en su cama, observándola. Cuando se percató de mi presencia en lugar de asustarse, gritar, llamar a los guardias, situarse lejos de mi, sonrió y me preguntó como me llamaba. Me enamoré, Ticero, mi corazón latía muy fuerte, mis manos querían tocarla, mis labios besarla, pero no lo hice. Me quedé callado, porque mis ideas en vez de pensar, que sería la parte que les tocaría, se paralizaron. Ella me cogió una mano ‘’Yo me llamo Zaida’’ y sonrió ‘’Yo… yo Francis’’ ‘’Bonito nombre’’. Me encogí de hombros. ¿Bonito nombre? Ella lo tenía todo bonito. Empezamos a hablar. Era mi media mitad. Más la miraba y la escuchaba, más me gustaba. Nuestros encuentros se hicieron frecuentes. La antepuse a todo. A todo. Jack lo sabía y le gustaba, pero claro, descuidé mi entrenamiento. Cada día amaba más a Zaida. Ansiaba sus besos y sus caricias. Ella me contó que su padre no la permitía salir por miedo a ellos.
-¿Ellos?
-Sí, eso dije yo-Sonrió y se encendió un cigarro-Zaida hablaba de guerras contra seres infernales. Zaida dijo que su familia luchó por el reino contra seres inhumanos. Ellos intentaban matar a su padre, pero, sobre todo, retenerla a ella, para casarla con una especie de príncipe de allí, por eso su padre la ‘’escondía’’ porque sus ojos, al igual que los tuyos, son casi imposibles de ver, a veces un humano acaba teniendo las características de un demonio, si bien porque ha estado relativamente cerca de uno cuando era un feto aún, o por genética, un demonio o más en su árbol genealógico, y ella, debido a las guerras estuvo cerca de demonios demasiado tiempo, casi todo el embarazo de la reina, su madre. Bueno, Zaida y yo seguimos viéndonos. Una noche, paseando, la plaza se llenó de fuego, nos rodeaba. De repente unos ojos amarillos…
-¿Cómo los míos?
-Eh… Sí, pero no
-¿Eh?
-Tú cuando matas a alguien, sufres. Sientes empatía, incluso, tus ojos no tienen maldad, dolor sí, pero no maldad. Él estaba quemando a personas y disfrutaba, ¡disfrutaba causando dolor! Él agarró a mi princesa y la llevó a las llamas. Yo desenvainé mi espada, pero el fuego cesó, y solo encontré el cuerpo sin vida y quemado de Zaida. Me acerqué a él, y los ojos se le abrieron. No eran grises, eran amarillos, y su brazo me agarró, quemaba. Mucho. Me quedé paralizado, menos mal que Jack apareció y le cortó la cabeza al cuerpo poseído de Zaida.-Francis se remango el brazo y enseñó a Ticero una marca negra y roja sangre- Me hizo esto, y bueno, esto otro-Se apartó el cacho de pelo que le cubría uno de los ojos, mostrando una cicatriz profunda, pero negra, como si no tuviera sangre. Eso explica él porque llevaba el pelo desigual- Lo escondo porque aunque me sienta orgulloso de mis cicatrices no siempre es apropiado mostrarlas.
-¿Te duele?
-Te acostumbras al dolor, quema simplemente, y entonces es como otra capa más de piel, son 10 años con ello. Me acostumbré, me duele más el recordarlo que la herida en sí.
-Y… ellos… ¿No querían a Zaida para casarse con su príncipe?
-Y la hubieran tenido si Jack no le hubiera cortado la cabeza. Ellos tenían su alma y su cuerpo, ahora solo el alma, y el príncipe se desinteresó por ella. La muerte de Zaida no era algo puntual, hay un montón de almas esparcidas por la eternidad. Esos dos que te contrataron eran demonios
-¿Demonios?
-Sí, ridículo, lo sé. ‘’Parecían normales, solamente un poco hijos de meretriz, para ser finos, pero nada más allá fuera de lo común’’ Yo tampoco me lo creía cuando sucedió eso. Ese día Jack me lo contó todo. Me dijo que querían el reino humano, esclavizarnos, lo más curioso que me contó Jack fue que a nosotros no nos esclavizarían por humanos, si no por herejes ¡Yo era un hereje de un mundo del que desconocía todo porque sí! Pues no, porque sí no, porque yo era también un demonio, como Jack y…como tú-Ticero hizo ademán de protestar, y Francis levantó la mano para que se callara, nunca le dejaba terminar las historias, jodido impaciente- Espérate, no he acabado. Dentro de esta lucha humanos contra demonios, había varias clases de lo segundo, concretamente cuatro, y nos diferenciamos por los ojos. Estan los verdes, como los míos, marrones como los de Jack, amarillos como los tuyos y luego había una clase extraña y la más impredecible, que era una especie de mezcla de todo, que era azul o verde o amarillo o todo a la vez. Solía cambiar según el estado de humor del demonio, y tienen unas cualidades inconclusas. Mi familia son los ojos verdes, la tuya los amarillos.
-Yo tuve padres, Francis, yo no soy familiar de demonios ni nada por el estilo
-Nosotros también tuvimos padres, y estaban en contra de ellos, en contra del mal. Les mataron. ¿Cómo murieron los tuyos Ticeros?
-En un…
´Todo encajaba. Sus padres murieron en un incendio. Jamás encontró culpables. Simplemente se prendió su casa y allí estaban ellos y su vida entera. Tuvo que malvivir, con 10 años salir a la calle y cruzarse con males a los que aún no estaba preparado. Hambre, hipotermia, mendigos que robaban a un niño, y así aprendió a no fiarse de la gente, y empezó a matar, unos tipos le vieron matar a un señor que le intentaba raptar para hacer cosas impropias para la edad que Ticero tenía en esa época, y le contrataron para otro trabajo. Así fue como Ticero se volvió asesino a sueldo, un trabajo que detestaba, que le hacía sentir mal… ¿por culpa de qué? De una guerra que a él le importaba tanto como los líos entre burgueses que al pueblo siempre le encantaron. Su sangre empezó a hervir. Sus ojos tenían un amarillo peligroso, ácido. Asesino.
-Francis, pienso buscarles, y luchar contra ellos.
-Para eso nos entrenamos. Acuéstate, después de esto te vendrá bien. Que la ira no te controle.
Maldiciendo a los demonios se levantó y sigiloso, como siempre, se metió a su cuarto.
Los ojos de Francis se humedecieron
-Lo siento por ti, amigo, lo siento-susurró Francis- ¿Crees que hicimos bien?
Jack salió de entre las sombras, con su gorro y sin sus dientes.
-Merecía saber la historia de su vida
-Tiene talento
-Mucho. Procura explotarlo.
-¡Chicos! Tenemos problemas

Cap. IV

Ticero no tardó en fiarse de Francis. Él le explicaba técnicas, y era feliz cuando hacia algo bien (Ticero deseaba hacerlo bien para que Francis brincara y aplaudiera) a la vez que conocía capacidades suyas, como ver lo que el enemigo ve a un nº de distancia de él. Rapidamente aceptó a Francis como un amigo. Un gran amigo. Su único amigo de verdad, en realidad. Entrenaban todo el día, hacían pausas para comer, y para los encargos de Ticero, mientras almorzaban Francis le contaba historias y leyendas. Y chistes. Ticero odiaba los chistes de Francis, pero conseguían hacerle reir de malos que eran. Por las noches Francis se sentaba en el tejado y tocaba una guitarra, y Ticero subía a veces a oírle. A veces creía que la guitarra hablaba y contraba historias de pena.
Una noche no oyó la guitarra y subió a verle.
-Hola Ticero
-¿Ocurre algo?
-Me gustaría contarte una cosa… sobre bueno… mi pasado que está relacionado con el tuyo… con tus ojos y tu genética. Pero no te contaré todo, cada cosa a su tiempo. Siéntate.