lunes, 28 de junio de 2010

Capítulo I- La muerte de Maker

¿Cómo reaccionarías si un hombre con el pelo largo, ojos amarillos y alargados, con un alfanje y un arco de 1'75 m. de largo colgado a la espalda se te quedara mirando de frente? ¿Y si de repente, en menos de un segundo disparase una de sus flechas e impactase en tu corazón? Lo sé. Tendríais miedo, y querríais correr, a sabiendas de que no podréis huir. Tendríais un escalofrío, y sudor helado saldría de vuestro cuerpo, ¿o no? Entonces… ¿y si no lo vieseis? Pensarlo, solo notaríais el impacto del acero en vuestra piel. No os enredaría con sus ojos tan afilados como sus flechas, y amarillos, que advertían el peligro. No sudariaís de miedo. Y, claro, mi protagonista, Ticero, no era menos. Asesino a sueldo, no por placer. Necesitaba el dinero. Desde pequeño su padre le dijo que trabajase en algo que se le diese bien. Y a él se le daba bien matar. Le resultaba desagradable , pero su orgullo no permitiría que ningún tabernero estúpido le ordenase limpiar un baño lleno de mierdas de borrachos a causa de esto, tendría problemas con el tabernero. Problemas que acabarían en duelo. Un duelo que ganaría en menos de 5 minutos si el tabernero era bastante bueno con la espada. Y no, Ticero llego a la conclusión de que prefería limpiar la sangre de su alfanje.
Ticero era sigiloso, no tenía ningún superpoder relacionado con la invisibilidad. Se escondía entre las sombras… Aunque el lo llamaba ‘’ no dejarse ver ‘’. Podrías notar su presencia, igual que lo notó Robert Maker, antes de sentir como un frío acero le atravesara su espalda, viendo como la terminación de un alfanje traspasaba su ombligo. Ticero se preguntó si el gordito de Robert era consciente de lo que ocurría, si una milésima de segundo antes se dio cuenta de que moriría. Miró el retrato que guardaba en bolsillo, para comprobar si era el y no un personaje parecido. Dos hijas, gemelas, una mujer bonita. La vida perfecta, aparentemente. Lo que nadie sabía salvo él y tres prestamistas (que no se andaban con bromas, y que la segunda vez que le preguntaron por el dinero y no lo tenía llamaron a Ticero, que aceptó el trabajo por una suma muy interesante de dinero), y eso llevo a la tumba Robert Maker.
Ticero le cerró los ojos con los dedos, suspiró y volvió a casa. Camuflado por la oscuridad. Abrazado a la soledad. Limpiando la sangre del alfanje, y de su ropa.
Otro trabajo terminado.