jueves, 19 de enero de 2012

Cap.VII

-¿A dónde vamos?-Dijo Ticero al comprobar que no iban al campo donde habitualmente entrenaban
-A divertirnos!-Dijo Francis
-Oh… No, no, no, no. Yo quiero luchar
-Me parece que descansar un poco nunca viene mal-‘’Mentiroso’’ se dijo a sí mismo ‘’Tú crees que debe entrenar, mentiroso’’
-Anda ya, Francis
-Tú elijes o te quedas aquí solo o vienes conmigo
Si hacia un tiempo la soledad era su mejor compañera, desde que apareció Francis, las sustituyó. No soportaba estar sin él.
-Sabes que juegas con ventaja
-Lo sé-Sonrió Francis- Muévete!
En el camino hacia el pueblo no hablaron casi nada, hasta que el viento movió el pelo de Francis y dejó a la vista su cicatriz, entonces Ticero sacó su curiosidad a la vista y le preguntó por ello.
-Siempre que te enfrentas a demonios y te queman la grieta te sale. Todos tienen una, incluso algunos humanos, pero de ellos hay menos, porque no suelen sobrevivir. Es una especie de portal al infierno, no te puedes colar por ahí, obviamente, pero esta en cierto modo conectado, y quema, ya te lo dije, pero te acostumbras, no importa.
Los alegres cantos que se oían desde el pueblo no pegaban para nada con las serias caras de Ticero y Francis. Se sentaron en una mesa vacía.
-¿Queréis tomar algo?-Dijo la camarera, de más de 50 años.-Hoy es gratis
-Dos jarras de cerveza-Un par de borrachos se sentaron en la mesa-Nos sentaremos en esa mesa de allí-Le informó a la camarera Francis con una sonrisa
Se sentaron en la única mesa completamente libre que quedaba, y se les acercó a una mujer de unos veintidós años, rubia, de ojos oscuros, pero hermosos.
-¿Estáis libres?-Preguntó ella ruborizándose un poco.
-Él sí, yo no-Dijo Francis sonriendo
A ella no se la vio disgustada, lo significaba que estaba interesada especialmente por Ticero, por no decir únicamente.
-¿Le importaría bailar conmigo?-Le ofreció a Ticero
-No…No me gusta bailar
-¡OH! ¡Venga! ¿Qué te cuesta decirle vale?
-No tiene importancia, yo lo entiendo, siento haberos molestado
-Bonita, no te vayas, que él va a bailar
-No me gustaría que lo hiciera obligado…-Miró a Francis preguntándole con su mirada oscura su nombre
-Francis, soy Francis, él Ticero
-Ah, a ella no le das la chapa con lo de las venas y las arterias eh?-Dijo Ticero sonriendo. Hacía días que no sonreía sinceramente
-Yo soy Luna
-Dulce nombre-Añadió Francis ignorando el comentario de Ticero
-Gracias-Ella sonrió, y Ticero nunca había visto una sonrisa tan dulce. Tanto le gustó esa sonrisa que cambió de opinión acerca del baile.
-Está bien, bailemos
Y estuvieron horas bailando y riéndose
Después de unas horas allí, la cerveza gratis había hecho mella en Francis, el cual empezaba a hablar solo, murmurando cosas como:
-A ti también te la han jugado Ticero

Cap. VI

-Kurt, ¿qué ocurre?
Kurt. Rubio, pelo liso, ojos claros, delgado. Llevaba capas de ropa para abultar más… o para esconder las pequeñas dagas por su cuerpo, en los laterales, entre pantalón y pantalón. Con apariencia despistada y mirada soñadora. Debería tener alrededor de 23 años, al hombro tenía un gato blanco con un ojo de cada color.
-Helen tiene información-Dijo con una media sonrisa
Helen era la gata. Kurt tenía un talento especial, podía hablar y entender a los animales, y, aunque no fuese un diablo tenía tanta habilidad con sus dagas como uno, tenía el don del sigilo que 5 de cada 100 humanos lo tenían, y bueno, Kurt para ellos era un diablo más.
-Cuéntame, chico-Le dijo Jack
-Piensan atacar dentro de unas semanas, atacarle a él y a ti Jack, y habrá más muertes, posiblemente humanos y todos los que nos pongamos en su contra. Creen que tienen tiempo para atacar.
Francis bajó la mirada.
-Francis, creo que deberíamos bajarlo a las fiestas
-¿Eh?¿Estas loco Jack?
-Él está nervioso y agitado, dale un respiro, si le mandamos luchar más se enfurecerá más y su ira le acabara controlando
-No, no es el momento
-Yo te dejé un respiro
-Y así acabé yo!
-Hazme caso a mí, que sabe más el diablo por viejo que por diablo-Solo Jack se rió de su propio juego de palabras.
Kurt jugueteaba con su pequeña gata. Desde que los demonios descubrieron su don se pasó la vida de aquí para allá, huyendo, porque no es un don fácil de encontrar ni entre demonios y él no quería trabajar para esa gente, así que se escondía. Hasta que encontró a Jack, y Jack le dio a Helen. Su fiel compañera. Pero no su único amor. Hace unos años llegó a la banda de Jack una chica, la única. Su nombre es Driú. Kurt cuando la miraba se sentía libre, y nada le gustaba más que la libertad. Y si bien fuera por ser una chica, o porque la higiene de Jack o de Francis no era perfecta, olía demasiado bien. Jack le dijo que fuera valiente y fuera a por posibilidades, y Kurt se rió de él.
-Jack, ¿tú nunca te has enamorado?-Le preguntó Kurt en su día.
-Nunca, pero quisiera hacerlo algún día-Respondió sonriendo.
De momento era Helen la única a quien le demostraba amor, y ella a él también, amor fiel, algo extraño en un gato.
Notó una sombra, se giró. Ahí estaba, con su arco a la espalda y la espada a la cintura.

-Pues yo creo que está preparado para luchar-Objetó Driú sin saludar si quiera
-¿Y tú como lo sabes?-Dijo Francis con cierto reproche.
-Porque le he visto entrenar desde lejos, y ahora mismo acabo de verle en su cuarto con una espada, está destrozando su cuarto, pero de una manera increíble.
-Pero eso no es suficiente, estamos hablando de Reyes de ojos amarillos también, con su talento y quizás más pulido
-Todos sabemos que su talento no es algo común entre todos los ojos amarillos
-Silencio-Dijo Jack- Sea como sea vais a hacer todos lo que yo os diga. Tú-Señaló a Francis-llévale a las fiestas. Vosotros-señaló a Kurt y a Driú- Entrenar. Entrenar como juntos. Luchar uno contra el otro, como si lo que más os importará estuviera en juego.
-Jack yo…-Dijo Kurt buscando una excusa para evitar ese entrenamiento
Tarde, Jack había desaparecido con su rapidez habitual